Mario Bravo nació cerca de Playas de Montalvo, cuando este cantón de la provincia de Los Rios, era aún una parroquia. Sus progenitores llegaron a esas tierras provenientes de la Provincia de Bolívar, su padre vino desde Santiago de Bolívar y su mamá de San Lorenzo; ambos llegaron a trabajar en agricultura se casaron y fueron a vivir a una finca de apenas 8 cuadras de terreno. Alli procrearon a sus hijos. “Eramos diez hermanos, mi mamá se preocupaba en atendernos. Ibamos a una escuelita que se llamaba Gabriel García Moreno... ahí estudié hasta quinto grado”, recuerda Mario, quien era el tercero de los diez hermanos, seis de los cuales eran varones.
Responsabilidad, honradez y trabajo En el seno de ese hogar había mucho amor, dedicación, trabajo, pero adolecía de recursos económicos. Los hijos tenían que apoyar en las labores agrícolas. En el caso de Mario, a los 6 años, comenzó a ayudar a su padre a recoger cacao y cosechar banano,. “Y lo poquito que cosechábamos, lo sacábamos en lomo de mula”. Según mi papa en ese sector se sembraba y se cosechaba banano desde los años 1930 que se sembraba bajo arboles un banano que se llamaba “Gros Michel” que según Mario era el mejor banano del mundo, era muy rico. Con añoranza, Mario recuerda a su padre, de quien dice, cimentó en él, los principios que le han hecho triunfar en el mundo empresarial: responsabilidad, honradez y trabajo. Un legado que a su vez, él ha transmitido a sus hijos. “Gracias a Dios todos mis hijos trabajan ahora... les inculqué el estudio desde el comienzo, ya que a mi, me costó mucho y no pude concluir mi primaria en esta etapa “ La circunstancia por la cual no pudo terminar su primaria fue porque su papá para aumentar el escueto patrimonio familiar tuvo que vender la finca que estaba cultivada y comprar 20 cuadras de montañas que había que cultivar. “Teníamos que romper montañas y empezar a cultivar en una colonia que se llamaba Chipehamburgo que se encuentra ubicado en el Cantón valencia entre la Provincia de Los Ríos y La Mana en la Provincia de Cotopaxi”. A su padre junto con sus hermanos le tocó romper montañas vírgenes hasta adecuar esas tierras. Ahí cada uno puso el cimiento de su hogar y cultivó la tierra. La familia de Mario sembró arroz, cacao y armó potreros para el ganado. Y volvió a sembrar algunas pocas hectáreas de banano a pesar que la anterior finca vendida había sido arrasada con una enfermedad llamada el “Mal de Panamá” y años más tarde sucedió lo mismo en esta nueva propiedad y así terminó la era del grosmichel. Según Mario su padre siempre fue un apasionado por la agricultura nos enseño a trabajar de sol a sol. La unidad familiar era muy estrecha nos sentábamos en la mesa mi papá, mi mamá y los 10 hermanos, rezábamos y dábamos gracias a Dios, primero por lo que teníamos, por los alimentos, antes del desayuno, almuerzo y merienda, esta tradición lo hacíamos todos los días y es algo que hoy en día se ha perdido. Mario nos confiesa la admiración y el amor hacia su madre, quien se alcanzaba para lavar la ropa, cocinar, planchar, enviar a la escuela a todos sus hermanos, atender a los trabajadores, criar chanchos, ordeñar vacas y atendernos a los 10 hermanos en todas las enfermedades, donde no existían médicos ella nos curaba en la mayoría de los casos con remedios caseros, a pesar que ella en su vida tuvo 9 operaciones, sin embargo ella nunca claudicaba. Mario amaba y admiraba tanto a su padre por su fortaleza y su pasión para trabajar a sol y agua en los campos. Nos enseñaba a sembrar el arroz, maíz, yuca, banano y su limpieza en general. A mi padre también le gustaba la carpintería, el mismo construyo su casa con una madera llamada pambil. En la Colonia chipeamburgo habían 2 caseríos y nosotros vivíamos en la mitad, mi papá formo el primer comité de padres de familia del cual fue el presidente, para hacer su escuelita, pidió ayuda a las autoridades educativas de la Provincia de Los Ríos, pero no se la brindaron y como estas colonias estaban en el lindero de la Provincia de los Rios y Cotopaxi, pidió ayuda a los de Cotopaxi y ellos le ayudaron a formar una escuela fiscal y pusieron profesora. Lo hermoso de todo esto es que un par de años entes de su fallecimiento las autoridades del Cotopaxi le rindieron un homenaje por haber sido pionero en la educación en este recinto. También fue el Presidente de esta Colonia con aproximadamente 300 socios y 10.000 hectáreas de terreno. La vida en el campo más que representar un desafío para Mario y su familia, fue una escuela que a él le enseñó mucho. “Yo era quien cocinaba la comida para los chanchos, el verde, el guineo, mezclaba los polvillos de engorde. Me gusto ver cómo era la naturaleza, sembrar una planta y ver como se producía el arroz, una naranja; cualquier producto que sembraba, nacía porque la tierra era fértil”. Realmente, él amaba la vida del hombre del campo. “Decían que yo iba a ser la oveja negra de la familia por mi manera de ser hiperactivo” Pero no lo fue, en realidad a lo mejor ni siquiera era hiperactivo, sino apasionado e independiente. Aptitudes que lo llevaron a pedir a su padre que le permitiera terminar la primaria en una escuela ubicada en un pueblo llamado La Unión, ubicado entre valencia y la mana, a 7 kilómetros de su casa parte de eso eran guardarrayas, subidas y bajadas y tenían que recorrer alrededor de 28 km diarios en bicicleta, porque se estudiaba en 2 jornadas de 8-12 y de 2 -6, en las lomas tenía que empujar la bicicleta, Mario nos cuenta que cuando se quedaba tubo abajo y no alcanzaba a llegar a su casa a almorzar había buen banano en la plantaciones lo cual se convertía en su almuerzo. Según Mario para él la pobreza no existe ni existió, no tenía el dinero suficiente para satisfacer las necesidades pero tenía felicidad, amor, tranquilidad del trabajo y nunca les falto comida porque en esos pedazos de terreno sembraba yuca, plátano, tenia café propio, un par de vacas con leche y manteca propia del chancho. “a mi papá le encantaban los árboles frutales, como toronja, mandarina, tomates, hortalizas, col, arroz, choclo, todo natural nada de químicos”. “Me gustaba mucho la historia de grandes personajes como Simon Bolivar y Antonio José de Sucre, me gustaba lo bueno de Eloy Alfaro y de García Moreno, paradójicamente comencé la primaria en la escuela García Moreno y la concluí en la escuela Eloy Alfaro “
1963, un año histórico “Era época de la Junta Militar habían muchas tierras que no tenían propietarios, entonces ese gobierno impulsó cooperativas comunas y colonias con una reforma agraria para cultivar la tierra. Mi papá formó una cooperativa de agricultores que se llamaba “El Tigre”, entrando por Patricia Pilar ubicada entre Quevedo y Sto. Domingo. Eso significaba una caminata de cuatro horas, cargando comida hasta llegar a las tierras vírgenes de nuevas montañas”. Tenía 15 años y pronto comprendió por qué su papá le puso a la cooperativa, el nombre El Tigre. “Un día salimos de cacería y cuando yo me adelanto había un árbol caído muy grande, y veo a un tigre arriba del mismo, yo cargaba una escopeta y en ese momento me olvide que la tenia jajaja, mi hermano lo vio y le alcanzo a disparar pero no lo hirió y se fue...”. Bueno, pronto se acostumbró a los tigres como a las culebras, pero fueron los mosquitos, los que lo obligaron a meterse a la cama a las seis o siete de la noche. Bajo el toldo no conciliaba enseguida el sueño y desarrolló la buena costumbre de la lectura. “Empecé a leer mucho, un amigo me prestó unos cien libros entre ellos estaban La Madre se refería la revolución comunista en Rusia, Don Quijote, Crimen y Castigo, El Derecho de Nacer, La 1era y 2da Guerra Mundial , historia personajes Che Guevara, Fidel Castro, Los Kennedy, obras famosas de novelas e historia de príncipes europeos entre otro libros. En esos momentos me di cuenta que en el mundo había desigualdad social” “Estas montañas tenían muchas quebradas y riachuelos, como anécdota esta que una vez pise una culebra llamada “mata caballo” muy grande, por primera vez conocí lo que era un pánico de nervios, a pesar de estar preparados para este tipo de durezas, en las noches acompañaba a mi hermanos a cazar guantas, los dos sentados en una tarima y solo una vez recuerdo que yo casé una guatusa, mientras que mi hermano cada vez que salía cazaba guantas o pavas” Claro que para llegar a estas propiedades cruzábamos el rio Baba en Poza Honda en pequeñas lanchas, este rio en época de invierno, era muy corrientoso y peligroso. Es verdad que con mucho esfuerzo, dedicación y trabajo construimos una pequeña casa mis hermanos mayores y yo, incluso construíamos nuestras propias camas de madera y combinábamos con bejuco que sacábamos de un árbol llamado matapalo, entre bromas yo decía que era “mi somier” con un petate y una sabana la cama estaba lista, de ahí aprendí a que el hombre puede desarrollar muchas habilidades y lograr lo que se propone hacer porque en el campo la vida te enseña a sobrevivir, el agua era muy pura de las montañas, también sembrábamos café, cacao, e hicimos pasto para el ganado”. Cuenta que una novela que transmitía por Radio Ondas del Pacifico (televisión no había y peor allá en esa montañas) llamada “los que quieren ser algo” que trataba de un muchacho pobre y humilde abandonado por su padre, que sin zapatos vendía lotería para mantener a su madre y hermana, con mucho esfuerzo pudo estudiar convirtiéndose en un famoso abogado. Esta historia le hizo ver el mundo de una manera diferente. “Así que elaboré un plan, escribí lo que yo quería ser en mi vida, plasmé en una hoja de papel y lo primero que puse fue estudiar mi secundaria, luego la universidad, tener una familia, trabajar en lo que fuera, con tal de prosperar y tener una vida mejor, viajar por el mundo, educar a mis hijos, tener un buen hogar, una casa en donde vivir y tener negocios. Me di cuenta que había gente que no hacía nada para mejorar sus condiciones de vida y que habían otras que se esforzaban luchando por salir adelante, entendí que la única forma de ayudar a otros era superándose uno mismo”.
En busca de un nuevo mundo Encontré la oportunidad de irme al cuartel, arregle mis documentos y conseguí algo de dinero para el pasaje y venir a Guayaquil, donde me enviaron al grupo de caballería Tnte. Hugo Ortiz de Portoviejo en esa época 1969, fue muy duro pero la disciplina y el palo que recibías allí termino de formar mi mente, cuerpo y espíritu fue un complemento, recuerdo haber recibido un diploma en reconocimiento a mi buena conducta y algunos oficiales le agradaba conversar conmigo y no creían que solo había terminado mi primaria en ese entonces, recuerdo que me pusieron el sobrenombre de “3 patines” porque en las horas sociales salía con mis ocurrencias y contando cachos los hacía reír, también estuve en un destacamento de Chone por 3 meses viví muchas experiencias, anécdotas, me tocó trabajar como albañil construyendo un nuevo destacamento en Chone, estuve haciendo guardia en la represa de Poza Honda en Manabí. La gran conclusión que saqué de todo esto es que por haber sido un hombre de campo se me hizo un poco más fácil el cuartel que para otra gente que venía de la ciudad ya que nosotros éramos más duros y no le teníamos miedo a nada. Bajo esas condiciones mi mente desarrolló esa fortaleza para perseverar.
Adiós al campo. En 1969 regresa del cuartel a su casa, con una determinación en mente “salir a rodar a la ciudad y a buscar una nueva vida”, había tenido mi primera ilusión de amor, lamentablemente ella pertenecía a una familia de mayores recursos económicos diferente a la mía y al enterarse sus padres de aquello, la enviaron a un internado y ella decidió que tenía que terminar la relación conmigo. Ese día me reuní con un amigo que vivía en Ambato quien me invito una botella de “limadrai”, fue un día muy triste para mi, marcó mi vida, allí tomé las decisiones más grandes e importantes de mi vida “ser alguien en la vida” y demostrar que “el dinero no es todo en la vida”, que yo podría ser un ser muy superior, aunque en ese momento parecía que todo era una ilusión inalcanzable, a veces pensaba que era un rebelde sin causa, pero muchas veces pienso que el hombre tiene que pasar por esas circunstancias negativas para reaccionar favorablemente, gracias a Dios yo reacciones por el lado bueno, le conté a mi mamá que quería partir a Guayaquil (a mi papá nunca se lo mencioné, porque le tenía demasiado respeto) donde un tío que alguna vez me ofreció posada, ella me regalo unas monedas de plata antigua, las cuales las vendí en Quevedo y con ese dinero viaje a Guayaquil a buscar trabajo. Llegue a casa de mi tío quien me dio posada en Gómez Rendón y la 8ava. Y comencé a buscar trabajo, se había abierto una pequeña bodega de reciclaje de la fábrica de papeles La Reforma, le habían entregado al Sr. Ricardo Tola, pero ellos recogían papeles solamente de la industria graficas y archivos dados de bajas de algunas instituciones, recogía aproximadamente 7 toneladas al mes, aprendí a clasificar, embalar, cargar y pronto me lance a la calle, me constituí en el primer reciclador urbano de Guayaquil, recogiendo desechos reciclables en los Guasmos y otros sitios donde habían desechos que botaban las industrias como en la av. Las esclusas entre otras. Había tenido iniciativa comercial desde muy niño, en época de los difuntos, yo vendía velas en el cementerio, tenia 7 u 8 años, cuando estuve en la colonia chipeambugo, sembré nabos (en la costa no se consumía) y salía a caballo vender a La Unión, en casa todos me decían que no los iba a vender porque nadie los consumía, sin embargo, los rematé todos a una señora comerciante y aprendí a hacer dinero. Me encontré con muchos obstáculos tuve una persona la cual me ayudó a recoger desperdicios llamado José Naranjo con un carrito viejo salíamos a recoger, después abrimos la recolección en el botadero de basura municipal ubicado en la 13 y Huancavilca, conocí personas que recogían cosas usadas para salir a vender a la calle Pio Montufar, conversé con ellos y les dije que recojan cartón y papel, que yo se los compraba, era un precio barato para la época, así inició Reipa con una bodega pequeña de 300 mts en Machala y Oriente, en el año 1973-1974, en esa época inicié la recolección de material de reciclaje en la calle, primero con unos borrachitos que les llamaba “chicheroas” de la calle Pio Montufar y Alcedo, comencé a regalarles leche y pan y a darles algo de dinero, pero no les gustaba, me hicieron reacción, a un trabajador se les ocurrió darle una copa de trago por cada viaje y ese día hicieron cola casi 200 borrachitos para vender, yo no estaba de acuerdo, no me parecía lo correcto y se me ocurrió poner mas bodegas en las calles donde paraban todos ellos, consiguiendo un efecto multiplicador, porque otras personas que no eran alcohólicas pero de escasos recursos económicos entraron a recoger material, inicialmente llamados chamberos, así se desarrolló rápidamente el reciclaje en el Ecuador, con la aparición de nuevas industria de papel, plástico y nuevas fundiciones de metales, abrí la recolección en todo el Ecuador. Con todo esto, en mi corazón aun estaba mi sueño de terminar mis estudios, a la edad de 21 años ingresé al colegio “Andres Mateus” especializado en contabilidad, era un colegio municipal, no tenía dinero para un particular, este colegio era muy difícil, muy estricto, tenia excelentes profesores de alto nivel, subía 105 gradas diariamente y siempre llegaba con las completas. En este colegio termine mis estudios, 1 año me tuve que retirar, porque el tiempo ya no me daba más, tenía que viajar por todo el Ecuador buscando mas material, Ingresé a la Universidad Laica Vicente Rocafuerte en el año de 1978, perdiendo el año 2 veces ya que el tiempo y la crisis no me permitieron estudiar lo suficiente, graduándome recién en el año de 1986 y terminando mi tesis en 1989, obtuve el titulo de Ingeniero Comercial. En cuanto a estudios se refiere, el Ing. Mario Bravo sostiene que también le gustaba aprovechar el tiempo, siempre asistía a otros curso que dictaba el SECAP, Centro Ejecutivo, y en otros centros de estudio, no había vacaciones, era un tiempo para sembrar. El afirma que el hombre que quiere salir adelante tiene que hacer grandes sacrificios, recuerda que en una revista del colegio una edición titulaba “solo los valientes estudian de noche” lo pusieron en un cuadro de honor, junto con otras 10 personas que también se graduaron en este colegio, como reconocimiento al esfuerzo, trabajo y superación y por dejar en alto el nombre del colegio. Es partidario de la capacitación continua, por eso ha asistido a cursos de los conferencista más grandes que tiene el mundo como: Bill Clinton ex presidente de EEUU, Michael Porter, Luis Felipe Gonzalez ex presidente de España, Lev Valeza ex presidente de Polonia, Dr. Toledo ex presidente de Peru, entre otros.
“Ya había comenzado a formar microempresarios en todas las ciudades del país, así que, para fomentar aun más el reciclaje, continué abriendo puntos de acopio urbano en todas la ciudades, entre estudio y trabajo ocupaba mínimo 20 horas diarias incluyendo sábado y domingo, recorría todo el Ecuador, no fue fácil hacer recicladores urbanos, al principio todos tenían vergüenza, pero yo creía en lo que estaba haciendo y les trasmitía esa seguridad”.
Comencé financiando a los chamberos (recicladores) con carretas, triciclos, después a los microempresarios les ayudaba a instalar centros de acopio, les daba báscula, dinero para que compraran el material y la plata que me ganaba la seguía invirtiendo en los que iban creciendo, comprando carros usados y terrenos, se trabajó mucho mejorando la autoestima de cada uno de ellos, ya que habían drogadictos, alcohólicos y un alto porcentaje de gente que quería trabajar para ayudar a su familia, gente que por su edad ya no conseguía trabajo, pero que encontraron en el reciclaje una actividad digna. En el año 70 se recogía unas 100 toneladas al año, hoy en día entre cartón, papel, plásticos, vidrios y metales en todo el país la cifra llega a 650.000 toneladas al año. Que recogen todas las empresas dedicadas al reciclaje y las industrias que participan directamente en la actividad. Para hacer crecer el reciclaje tomé la decisión de que el 75% del valor que me pagaban por cada tonelada de material vendido iba directamente a la gente recicladora y con el 25% cubría todos los gastos de recolección, transporte, embalaje, despacho y de allí me quedaba un pequeño margen de utilidad, siempre lograba que las industrias me paguen precios justos haciéndoles ver que esta era la única forma de aumentar y lograr los volúmenes de reciclajes que querían para su desarrollo. En este negocio actualmente los márgenes de utilidad bruta son menores, lo cual pone en riesgo la actividad del reciclaje. Según Mario Bravo, él entendió que la única forma para salir adelante era luchar con tenacidad, perseverancia, convertirse en un emprendedor, por ello se fijó un horizonte, se estableció metas y diseñó un plan, sabía que tenía un largo camino para recorrer ya que los propósitos que se había transado aparentemente eran difíciles de llegar, pero él sabía que tenía el valor y el espíritu para cumplir todo lo que se propuso. Se encontró con muchas adversidades y barreras, las cuales fueron muy difícil de superar, por ejemplo, el 26 de agosto 1985, después de 15 años de arduo trabajo, le quemaron su planta, una propiedad ubicada en la ciudadela Adace, ahí tenía todo, maquinarias, vehículos, montacargas y sus oficinas, no tenía seguro, porque era material de fácil combustión y no querían asegurarlo, ese día prácticamente se perdieron 15 años de trabajo y esfuerzo. Hasta ese momento, solo le habían dado crédito a través de uno de sus hermanos, en una Cooperativa llamada La Dolorosa de Durán y luego obtuvo otro de la Cooperativa Nacional. Pero eso no detuvo a Mario Bravo, recuerda que cuando en periodista que llegó al lugar le preguntó que iba a hacer, él le dijo: “se ha perdido 15 años de trabajo, pero mañana comenzare de nuevo” claro que no tenía ni 1 sucre en caja, sin embargo, un banco al ver ese espíritu de querer salir adelante, le ofreció un préstamo aun viendo la planta en escombros y si ninguna garantía para respaldar la deuda, fue el Banco Bolivariano. A esto se sumaron 13 siniestros mas entre bodegas pequeñas y plantas grandes, actualmente todo está asegurado. En el año 2001 por ciertas circunstancia tuvo que vender REIPA la primera compañía recicladora que él había formado, pero ya tenía 2 pequeñas empresas, una que fabricaba tubería flex con materia prima 100% reciclada y una empresa recicladora de metales, con la que exportaban apenas 6 contenedores al mes, la fabrica al momento de la dolarización tenía deudas en dólares, eso se le llevó casi la mitad del patrimonio que tenía hasta esos momentos, la recicladora de metales también tuvo pérdidas, habiendo vendido reipa Mario junto con su hijo Byron quien recién estaba graduado en EEUU, se pusieron al frente de estás 2 empresas y la sacaron adelante. Hoy Recynter es una de las exportadoras mas grandes de metales no ferrosos y promovió la compra de chatarra ferrosa, pagando precios elevados, actualmente solo exporta metales no ferrosos y los ferrosos los vende localmente.
Actualmente el Ing Mario Bravo no solo esta dedicado a dirigir estas empresas sino Reciplasticos (recicladora de plásticos PET) e INBRAVE una compañía Inmobiliaria que tiene sembrado varias hectáreas de teca. Mario Bravo no se detiene y está desarrollando 2 nuevos proyecto que tienen como objetivo industrializar los materiales que recicla. Mario Bravo se siente muy orgulloso, realizado y con una profunda satisfacción de haber contribuido con el planeta al haber evitado que millones de toneladas de desecho lleguen a los vertederos , con el Ecuador al convertirlo en uno de los países de América Latina con mayor índice de recolección de material para reciclaje, con la Industria Ecuatoriana por haber creado un sistema único que le permite contar con la materia prima reciclada que requiere para sus procesos y con los estratos sociales mas carenciados del país al brindarle un trabajo digno. Después de algunas reflexiones Mario Bravo se considera un gran perseverante, que ha sabido manejar todas las adversidades y que transformó todas las cosas negativas en positivas. Mario sostiene que la clave de su éxito fue y seguirá siendo las personas que Dios puso en su camino, muchos de ellos, están desde el inicio, otros se agregaron en el camino. Su esposa de quien manifiesta, se convirtió durante todos estos años en el pilar más importante de su vida, por el apoyo, compañía y comprensión que siempre le brindó, sin ella todo este caminar hubiese sido mucho más difícil. Sus hermanos y sus hijos a quienes considera una gran bendición, actualmente todos sus hijos desempeñan papeles determinantes en el negocio, Mario considera que ellos serán los encargados de industrializar el reciclaje en el Ecuador. Los recicladores, trabajadores y empleados, por su arduo trabajo y sus deseos de crecer, a ellos los llama socios, por ello siempre buscó que todos ganen, esto sin lugar a duda ha sido una gran fortaleza y ha permitido que el reciclaje avance a pasos agigantados.
Ing. Mario Bravo junto a microempresarios recicladores de su grupo corporativo.